Los mitos fundacionales de nuestras civilizaciones echan raíces en la historia. Los textos gnósticos de Egipto revelan que la Gran Diosa, la Madre Celestial, contempló el firmamento durante mucho tiempo en un intento de percibir la Luz Divina. Motivada por sus esperanzas y sueños, dejó su mundo idílico, el Pléroma, para sumergirse en el más allá, en el corazón de las insondables cuencas del continuo espacio-temporal en busca de su rey perdido.
Su viaje también la llevaría a la Fuente de la Eternidad, a la que deseaba acercarse para inspirarse en su Poder Creativo. Llevada por el flujo del Abismo Cósmico y deslumbrada por la Luz Brillante, fue atraída hacia un destino que forjó los cimientos en los que aún se basan las civilizaciones humanas. Al final de su viaje infinito, la Diosa Madre cayó en un mundo implacable ubicado a años luz de su Pléroma original.
En el Libro de Nuréa, Anton Parks nos lleva al descubrimiento fascinante de las fuerzas fundadoras y nutritivas de la vida. Sus revelaciones abren nuestra comprensión de la génesis del Universo y nuestro Sistema Solar a la luz de unos acontecimientos en gran medida anteriores a la llegada de los seres celestiales según lo informado por nuestras tradiciones. La estructura cósmica del Universo, expuesta en el Libro de Nuréa, reconcilia las teorías fundacionales de la relatividad con las de la mecánica cuántica.
Estas informaciones dan un nuevo significado al origen del tiempo y al funcionamiento de los agujeros negros, parteras de los mundos. Este trabajo transformador arroja luz sobre nuestro condicionamiento ancestral.
A pesar de nuestros genes y nuestros diversos orígenes, nos confirma que todos dependemos del mismo principio y que ambos somos potencialmente creadores, actores y, en última instancia, dueños de nuestro destino. Nunca, hasta la fecha, un libro habrá hundido nuestras raíces tan profundamente en las brumas del tiempo.